Mientras una escuela rural de una zona alejada de la Argentina busca ahorrar costos fijos, un fondo de inversion en Wall Street busca una iniciativa que se adapte a las nuevas normativas, más sostenibles, que impuso su directorio. ¿El posible punto de contacto? Un bono verde para financiar energías renovables. Aunque este caso es hipotético, datos de la realidad muestran que hay menos distancia de lo que parece entre estas dos necesidades.
Mientras una escuela rural de una zona alejada de la Argentina busca ahorrar costos fijos, un fondo de inversion en Wall Street busca una iniciativa que se adapte a las nuevas normativas, más sostenibles, que impuso su directorio. ¿El posible punto de contacto? Un bono verde para financiar energías renovables. Aunque este caso es hipotético, datos de la realidad muestran que hay menos distancia de lo que parece entre estas dos necesidades.
¿Qué puede significar eso para empresas argentinas? Las opciones son múltiples, pero entre los ejemplos aparecen acceder a préstamos con criterios sostenibles que llegan de los organismos multilaterales, conseguir fondos de inversión directamente dedicados al triple impacto de los grandes formas de inversión como BlackRock o Goldman Sachs o reducir costos y apostar a la energía renovable a través de financiamiento de bajas tasas.
Este último caso tiene antecedentes muy claros para la Argentina. En septiembre de 2017, Jujuy hizo la mayor emisión de un bono verde para la Argentina, con 210 millones de dólares para el parque solar Cauchari. El mecanismo al que accedió ese gobierno provincial, sin embargo, también es válido para empresas e instituciones de distinto tipo.
La empresa argentina especializada en energía renovable, SolarLatam, por ejemplo, se alió con BS, una startup en sustentabilidad, para simplificar el acceso al crédito para instituciones, organizaciones y diversas industrias. “En un momento en el que las finanzas sostenibles cobran cada vez más protagonismo, buscamos generar y promover los instrumentos adecuados para posibilitar el acceso a la energía solar, que tiene múltiples beneficios”, explicó Lucas Peverelli, socio de BS.
Desde SolarLatam, rescatan la oportunidad. “Definitivamente esta circunstancia en la que estamos potencia la necesidad de apostar por acciones que contemplen soluciones integrales de sustentabilidad en todo su potencial, para alcanzar el triple impacto: Ambiental, Social y Económico. Es el momento de impulsar la energía solar en la Argentina, que en los últimos años viene creciendo mucho”, expresó Alex Bril, Country Manager de SolarLatam Argentina.
La chance no es sólo para las Pymes u organizaciones. En agosto, Coca-Cola Femsa colocó desde México un bono verde por 705 millones de dólares, el más grande en la historia para una compañía en Latinoamérica.
En nuestro país hay otros casos. En los primeros meses de 2020, AES Argentina emitió, a través del Banco Santander uno de 48 millones de dólares, destinados a la construcción de parques eólicos, mientras que a fines del año pasado, BYMA incorporó un bono verde de Plaza Logística.
La tendencia viene desde lo más alto de Wall Street. BlackRock, el fondo de inversión más grande del mundo y viejo conocido de la Argentina en cada renegociación de deuda, anunció en enero que se focalizará en inversiones sostenibles y en agosto le pidió a más de 500 empresas mayor información sobre el impacto que generan, con posibles sanciones a quienes no lo hagan. Goldman Sachs, otro gigante del sector, anunció en septiembre que enfocará 750 mil millones de dólares en finanzas sostenibles en los próximos 10 años
Se trata de una tendencia consolidada. Los bonos verdes, que combinan rentabilidad y sostenibilidad y están vigentes desde 2007, crecen año a año. Entre 2015 y 2019, en concreto, las llamadas inversiones de impacto crecieron a un ritmo anual del 17%, según la Red Global de Inversión de Impacto.
El interés en proyectos sostenibles es parte también de las políticas que proponen las organizaciones internacionales que ofrecen créditos. «Con países de todo el mundo en problemas, los organismos multilaterales serán todavía más cautelosos y exigentes a la hora de asignar los fondos: ya no buscarán sólo capacidad de repago, sino que contemplarán el impacto ambiental y social de cada iniciativa. Instituciones como el BID o el Banco Mundial ya venían adoptando estos criterios, pero ahora esta tendencia se aceleró«, explica Iván Buffone, de BS.
Para las empresas y gobiernos que logren contemplar estos criterios de triple impacto, se abre una oportunidad concreta de acceder a dinero fresco.
Fuente: AMBITO / Otros
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