Con la implementación de más restricciones en el mercad cambiario, expone la obsesión del Gobierno por la estabilidad en los precios en la recta final electoral.
Muchos futboleros ni se enteraron. La ocasión de la súper final frente a Brasil en el mismísimo Maracaná vació aún más las calles de muchas ciudades argentinas, pero también aprovechó algún marciano futbolero para emitir desde el Banco Central una nueva normativa para restringir todavía más el mercado secundario de bonos dolarizados que generaba el “contado con liquidación”. Ese tramo del mercado era, dentro del espectro legal, la única ventana que quedaba para validar fuera de la denominación del Mercado Único y Libre de Cambios (MULC), que como es visto ni es único ni tampoco libre.
¿En qué consistió esta nueva vuelta de tuerca al cepo cambiario? Por un lado, restricciones adicionales en el monto que cada particular puede negociar por semana (serían US$ 50.000, que a la paridad actual es de unos US$ 35.000) pero que también impone plazos para poder realizar operaciones (90 días) para los demandantes de dólares oficiales.
No se podría entender la sugestiva medida que fue leída entrelíneas entre los operadores financieros sin un calendario por delante. Con las PASO el 12 de septiembre, que, si bien no son definitorias, como una encuesta abierta ya fija una tendencia en las elecciones generales del 14 de noviembre, la obsesión del Gobierno era dos: la inflación y el dólar.
A la primera, el IPC que dará a conocer el INDEC esta semana arrojaría cerca del 3% para junio, con lo cual llevaría la inflación del primer semestre al 25% y proyecta con seguridad más del 45% para todo el año. Los movimientos en la flexibilización de las paritarias que aún no se habían cerrado o a las que se aplicaría una cláusula gatillo por el fracaso de la proyección del 29% prevista en el Presupuesto 2021
La otra fijación es con el dólar y no es caprichoso: desde hace más de 30 años es el termómetro de corto plazo de la estabilidad de la economía argentina. Con o sin razón, las alteraciones cambiarias, los golpes inflacionarios y la política de congelamientos para esconder lo que se escapaba de control.
Para Camilo Tiscornia profesor de Economía Monetaria de la UCA y director del C&T Consultores, esta fue una decisión previsible y la primera de varias cosas que afectarían no sólo el mercado del contado con liquidación sino también las importaciones. “El segundo semestre es más complicado en el campo del dólar y eso altera todo: porque ingresan menos divisas por exportaciones y el Gobierno reacciona con controles para no validar otro precio o una tasa de interés más elevada”, explica. Pero, a su juicio ocurre que luego de tomar un camino empiezan a generase otros movimientos no queridos que costará encauzar. Esto tiene que ver con la excepcional performance de las exportaciones agropecuarias, que marcaron un récord en el primer semestre de este año por los precios excepcionales en el mercado internacional que, por la naturaleza misma de la producción no se producirá en la segunda mitad del año. En cambio, las importaciones que se habían desplomado el año pasado por la brusca caída del PBI (-10%), con la vuelta a la normalidad de muchos sectores industriales tienden a recuperarse. Otro fenómeno que quedó congelado desde marzo de 2020 es la erogación de divisas por turismo, que genera el temor oficial por una reapertura de los vuelos internacionales, casi tanto como las variantes del Covid que pudieran ingresar desde los destinos habituales concurrido los turistas internacionales.
Todo este manojo de variables e imponderables generarían un resultado final por ahora incierto: más que en su resultado en su timing: cuándo y cómo, finalmente, el Gobierno aflojará el cepo para reacomodar las variables y lograr restaurar los equilibrios relativos que los congelamientos, las cuarentenas y la incertidumbre marcó a fuego.
Por si acaso y mientras tanto, el dólar “blue” ya recuperó todo lo que había bajado desde que en noviembre pasado el Banco Central y el Ministerio de Economía, decidieron intervenir en el mercado antes que, una vez más, el dólar y una eventual corrida cambiaria se fagocitaran a otro equipo económico.
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(*) Licenciado en Economía y Master en Sociología (Universidad Católica Argentina). Master en Gestión de Empresas de Comunicación (Universidad de Navarra, España). Profesor en el Instituto de Comunicación Social (UCA) y en la Facultad de Comunicación (Universidad Austral). Fue Director Ejecutivo de la Asociación Cristiana Dirigentes de Empresa (ACDE). Como periodista profesional se desempeñó en El Cronista Comercial, Clarín, Editorial Atlántida, fue director de las revistas Negocios y Apertura y actualmente es editor y columnista en Editorial Perfil.
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